Ecoturismo y artesanía en el Chocó
Por Sistema de Información para la Artesanía - Siart.
En el resguardo Alto Baudó ubicado en el Pacífico chocoano, habita la comunidad indígena emberá dóbida, Bocas de Jagua; que en 2014 reunió a sus miembros para ponerse de acuerdo y concebir una etno-aldea con fines ecoturísticos, sostenible y que respetara el entorno y las tradiciones emberá.
El resultado de esta iniciativa se materializó en el Centro Turístico Asociación Etnoaldea Kipara Te, que abrió sus puertas a los visitantes un año después. Allí, la comunidad Bocas de Jagua creó tres diferentes tambos o “casas”, como se llaman en la lengua emberá. Entre sus servicios, el Centro Turístico ofrece un restaurante especializado en sabores de la región, actividades de danza y pintura corporal, un sendero para el avistamiento de aves y ranas, y uno de sus renglones más importantes: la venta de artesanías.
En 2017, Artesanías de Colombia a través de su programa de Atención a Población Desplazada y Vulnerable, APD, conoció a Julio César Sasa, profesor y líder de la comunidad, con quien se trazaron las primeras ideas para apoyar la labor artesanal de Bocas de Jagua y así, proyectarla de cara a la actividad turística ya impulsada.
A través de asesorías en técnica, diseños y manejo eficiente de las materias primas usadas en los oficios artesanales; los artesanos emberá dóbida de esta comunidad trabajan mano a mano junto a Artesanías de Colombia en el desarrollo y fortalecimiento de su tejeduría en chaquira, cestería en fibra de wérregue y talla en madera de oquendo y chonta.
Dos historias en Bocas de Jagua
Cada día, Rosalba Chamapuro, mujer indígena emberá dóbida que roza los 40 años, combina el cuidado de sus hijos y la limpieza de su hogar con la preparación de alimentos en el restaurante de la etnoaldea y la elaboración de artesanías en wérregue y chaquira.
Rosalba vende los productos artesanales que crea con sus manos, a los turistas que visitan el Centro Turístico Asociación Etnoaldea Kipara Te, administrado por la comunidad Bocas de Jagua y al que se puede llegar en hora viajando desde Nuquí, Chocó, en lancha rápida.
Mientras Rosalba teje, Gustavo Dumasá sale diario a cazar, pescar o rozar el campo para llevar a su casa el alimento de su familia, y al menos una vez a la semana, sube hasta la cabecera de la montaña, cerca del río Chorí, a cuatro horas de la comunidad, para obtener la madera de oquendo con la que mantiene viva, la tradición que alguna vez le enseñó su abuelo.
Gustavo talla bateas, bastones de jaibaná y animales en madera, y además, se encarga de hacer las camas y mantener la limpieza de los baños cuando hay huéspedes en la etnoaldea Kipara te; donde así como Rosalba, asiste a las asesorías de Artesanías de Colombia y vende sus productos a los turistas que allí se alojan.
Un trabajo constante
El propósito fundamental de la etno aldea es convertirse en herramienta para la sostenibilidad de una comunidad indígena que busca el diálogo, el intercambio y la comprensión entre ella y sus visitantes. Es en el marco de esta búsqueda por una mejor relación con el otro, la naturaleza y las tradiciones, que Artesanías de Colombia continúa su labor de apoyo a emprendimientos comunitarios y artesanales tan loables como Kipara te.
¡Ojalá este tipo de encuentros entre turismo y artesanía sean cada vez más frecuentes en nuestro país!